CONEJITO FRANCÉS.

¿Te acordás de la primera llama de incertidumbre que se creó a causa de unos orgasmos telefónicos? El hablarnos con cariño y decirnos mi amor seguido de un que descanses, buenas noches. Éramos tontos, porque creíamos (creía) que había una pizca de futuro en el corazón de unos seudoadultos ¡Y mira que siempre fui una piba realista! Y hasta te escribí poesía y una carta que me delataba a su gusto y decía en grande: Para mi... porque eso eras vos, un pequeño conejito que soñaba ser lobo ¿Y quién era yo para prohibirte comerme a través de mis manos? Si deseaba que volvieras en ocasos interminables, en otras pieles pero en fin, simplemente que te manifestaras en pequeñas cosas que representábamos: Lujuria y una poesía amateur.

Oh, mi amado Señorito francés, he subestimado sus más grandes virtudes, porque su ser era una pregunta extraviada ¿Pero quién es usted?
Su boca arde como pequeños brotes psicodélicos que lubrican mi mirada ¿Por qué amarnos sería algo caótico para niños risueños que se hacen el amor al mirarse?
¿Por qué una letra está expuesta al sin fin de aberraciones que se siente ser una simple incógnita que cambia la partida en su cuerpo?

Vuelva en crepúsculos interminables como yo volví en pieles ajenas.
Oh, mi amado querubín francés ¿Quién es usted?

Y todo c
              a
              e.
               

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