TRECE AFORTUNADO.
I Ingratos rincones cuestionados, no se deja sentir en la suavidad de las espinas. Tinta del tintero del viejo andaluz, el silencio es perdón del papel transparente. Porque ellos comen y se van, o mueren en la ambrosía, dulce juventud caída. Porque mis ojos son promesa, Porque mis manos son promesa de la nada. II Contra ellos, y los finales incórdiales, si, contra sus esposas prostituta ¡Qué soy de piel antigua! Contra sus ex, que son asaeteadas de incógnitas, y contra mí, que no se describir el movimiento del libertinaje en puertas del algodón. Contra las garras de la poetisa, y se corrompe, en su místico poder. III Porque sabíamos que era morir en bocas quebrantadas, cuando mi lengua pasaba por tus recuerdos alevosos y desprendías vocablos incoherentes. Cuando cada letra mataba tu nombre en mi sexo, y tu orgasmo era libertad. IV Parte de mí la huida de su inercia, parte de mí la huida de su extravagancia. Parte del silencio del entierro, del entierro del silencio. Parte de botellas e