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Mostrando las entradas de mayo, 2017

TRECE AFORTUNADO.

I Ingratos rincones cuestionados, no se deja sentir en la suavidad de las espinas. Tinta del tintero del viejo andaluz, el silencio es perdón del papel transparente. Porque ellos comen y se van, o mueren en la ambrosía, dulce juventud caída. Porque mis ojos son promesa, Porque mis manos son promesa de la nada. II Contra ellos, y los finales incórdiales, si, contra sus esposas prostituta ¡Qué soy de piel antigua! Contra sus ex, que son asaeteadas de incógnitas, y contra mí, que no se describir el movimiento del libertinaje en puertas del algodón. Contra las garras de la poetisa, y se corrompe, en su místico poder. III Porque sabíamos que era morir en bocas quebrantadas, cuando mi lengua pasaba por tus recuerdos alevosos y desprendías vocablos incoherentes. Cuando cada letra mataba tu nombre en mi sexo, y tu orgasmo era libertad. IV Parte de mí la huida de su inercia, parte de mí la huida de su extravagancia. Parte del silencio del entierro, del entierro del silencio. Parte de botellas e

CONEJITO FRANCÉS.

¿Te acordás de la primera llama de incertidumbre que se creó a causa de unos orgasmos telefónicos? El hablarnos con cariño y decirnos mi amor seguido de un que descanses, buenas noches. Éramos tontos, porque creíamos (creía) que había una pizca de futuro en el corazón de unos seudoadultos ¡Y mira que siempre fui una piba realista! Y hasta te escribí poesía y una carta que me delataba a su gusto y decía en grande: Para mi...  porque eso eras vos, un pequeño conejito que soñaba ser lobo ¿Y quién era yo para prohibirte comerme a través de mis manos? Si deseaba que volvieras en ocasos interminables, en otras pieles pero en fin, simplemente que te manifestaras en pequeñas cosas que representábamos: Lujuria y una poesía amateur. Oh, mi amado Señorito francés, he subestimado sus más grandes virtudes, porque su ser era una pregunta extraviada ¿Pero quién es usted? Su boca arde como pequeños brotes psicodélicos que lubrican mi mirada ¿Por qué amarnos sería algo caótico para niños risueños

DIEGO.

Déjate sentir, si, vida mía y mézclate con el alba ardiente. Que tu presencia no tiene miedo a mi inexistencia en las palabras mal escritas, que nuestros nombres son violentos y tu voz a cappella son delirios de nobles querubines. Déjate caer, libre albedrío, y fluye acorde a los versos que son verídicos porque me declaro tempestad ante tu impuro libertinaje.