PATRICIO.
Dedicarte pequeños susurros cargados de inexistencia, porque entre tanta cordialidad se caen los retazos de las inseguridades, y vos, mi conejito lujurioso, sos la carencia que asemeja los deseos del lobo. Y sí, mi problema es la posesión aunque no seas mío y tu cuerpo lo deleiten los andróginos, sos parte de mi esencia ¿Quién dice que tus palabras, valen más que una amnistía? Si sólo te escucho cuando rompes mi piel y mis piernas se amoldan a tu cadera intrépida. La noche cae, entre la grieta de tu clase y mi esperanza, porque somos el fiel reflejo de lo imposible, de champagne y vino de dos con cincuenta, de farándulas y anonimato, y una vulgar manera de hablar.