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SILENCIO.

Sentir la soledad entre las trémulas caricias de una insensible noche, que busca reconocer los pecados de una mirada rutilante ¿Seguirás presenciándote?  Emanar las verdades, cortando mi lengua imberbe y entender, que todavía tengo impregnadas las palabras en mi tráquea.  ¿Cuántas mentiras, cuesta tu verdad?  Aferrarte a mí, a mis manos frías como un muerto debajo de la cama, impacientar a los retazos insolentes que nos cubren y arder con el hierro oxidado que me niega aullar.  Dedicarte mi muerte como un acto de fe, y negarte hasta el purgatorio. Desdicha puritana, alabarte con mis cuerdas quemadas y quedarme eternamente en el silencio.

LOS DESEOS DE UN ALCOHÓLICO.

No encontrar palabras para una descripción coherente de la vida de un desdichado, porque sólo vino a ver el jardín, sólo vino mediante un nacimiento y una cicatriz ¿Quién se atreve a cuestionar su existencia? Escribía con los recuerdos, era un esclavo de los cristales. Pequeño león perdido. Las noches no caen, las noches mueren de un suspiro, las rimas no conforman si la inspiración es una excusa a desnudar sentimientos.

RECHAZADA.

En ocasiones me sentí fuera de lugar, como si el objetivo de esta vida fuera arder a través de palabras, yo sé hacer poesía nefasta para creer que esto es sanar la herida fundamental, nuestra desgarradura, y no. Soy un pequeño cachorro enjaulado, con los colmillos partidos y la sangre en la lengua ¿Quién más que yo, para esta descripción?  Caminé en la cuerda floja, resurgí de las cenizas para volver a caer en este insatisfecho círculo en donde escucho tu voz, diciéndome que no me imagine lo inimaginable. Bendito sea Dios, porque te educó bien, a imagen y semejanza del estereotipo del ciervo obediente. Perdóname, porque fui el libertinaje en cuatro orgasmos que te di al suplicarte más. Perdóname, porque no fui lo suficiente y no quise serlo, no quise maquillarme y esconderme en la imperfección que arraigaba tu pensamiento. Yo no sé llorar, y no derramé ni una gota de desesperanza porque no podría volver a fallarme, pero la decepción erradica en mi tórax, apretand

CORAZONADA

Sentir que las piezas encajan entre mi boca y un par de susurros desprendidos de una mirada llena de credibilidad.  Y entenderte, verte detrás de los cristales, lanzándome contra las incógnitas ¿No tener palabras, para un verso realista? La apreciación de la musa entre las sábanas, se mueve por las cuerdas vocales. Y jugar con la sensualidad de la palabrería barata, y tu voz, y tus gemidos, al expectante de una jugada muy mal pensada, en donde mis dedos terminen insatisfechos. Sos la inocencia detrás del disfraz, mi pequeño querubín, que se refugia en las garras del pecado.

LOS NIÑOS NO MIENTEN.

Tengo pequeños deseos guardados, porque mi noche cae con el sonido del cristal, porque mis manitos tiemblan, porque me cocieron la boca con alambre oxidado. Tengo pequeños tajos en la lengua, porque todavía puedo recordar el dolor de una caricia llena de intensiones tergiversadas, porque puedo justificar cada movimiento. Y tengo, debajo de mi piel, la desdicha de saber de mis raíces y no sentir un ápice de dolor al contar cuentos surrealistas. Los niños no mienten, y los borrachos tampoco. Los niños no mienten, yo escribí contra tu verdad. Los niños no mienten, y soy hija de Iscariote. Pero los niños tienen la inocencia debajo de la mirada pero los ebrios la inocencia en la palma de la mano pero si los niños no mienten y los borrachos tampoco ¿Por qué tus verdades son más fuertes que las mías? 

LIMBO.

Amortiguar los lazos que se caen entre medio de mis desdichas y tu perseverancia ¿Por qué de una manera tan inusual? Me gusta sentir el deseo debajo de tu voz, de tu inocencia barata. La sonrisa debajo de infamias, soy el después detrás de la apnea ¿Cómo se te ocurre ir contrarreloj? Estas abriendo el cajón para matar nuestras esperanzas. Somos niños, almas joviales con los pies encadenados a simples inconformismos ¿Podés desnudar tu esencia con la ropa puesta? Tu piel tiene las heridas abiertas, yo tengo el cuello en la soga, amando, acariciando, deseando qué… ¿Qué entre las paradojas exista un equilibro?

PATRICIO.

Dedicarte pequeños susurros cargados de inexistencia, porque entre tanta cordialidad se caen los retazos de las inseguridades, y vos, mi conejito lujurioso, sos la carencia que asemeja los deseos del lobo. Y sí, mi problema es la posesión aunque no seas mío y tu cuerpo lo deleiten los andróginos, sos parte de mi esencia ¿Quién dice que tus palabras, valen más que una amnistía? Si sólo te escucho cuando rompes mi piel y mis piernas se amoldan a tu cadera intrépida. La noche cae, entre la grieta de tu clase y mi esperanza, porque somos el fiel reflejo de lo imposible, de champagne y vino de dos con cincuenta, de farándulas y anonimato, y una vulgar manera de hablar.